A un año de que se nos dio un nuevo Santo, Por Noé Valdés
¡Oh Virgen Santa! Madre de Dios;
Sois la esperanza, del pecador.
Rafael Guízar y Valencia
Este 15 de octubre tiene un año de que fui a tierra de emperadores, de Julios y Césares, de Papas, monjes y monjas, de hombres y mujeres de negro; llegué a la cuna del Derecho Romano, a tierra de autos veloces y famosos, como Ferrari, Fiat y Alfa Romeo; a donde se saborea el espagueti a la boloñesa o a la carbonera, las pizzas y los ravioles, caminé por calles donde pululan, ciclistas y motociclistas, conviví con personas que viven en un país con inmensa historia, fui a donde tienen puesto los ojos y el corazón todos los católicos de la tierra, fui a Italia, a la Roma eterna de mártires y santos, a la Ciudad del Vaticano.
A todos los de mi raza nos enseñaron a tener algo o alguien en quien confiar, en quien creer, en algo por qué trabajar; cuando a un hombre se le esfuman de la mente sus valores y no tiene un motivo por quién vivir, en ese momento está confundido, ha perdido sus garantías, se siente inútil, piensa que no sirve para nada ni le sirve a nadie.
Aunque la vida está llena de valores, si se ha perdido la fe, es difícil identificarlos y cuando se pierden esos valores, piensa que es el momento de dar el paso que todos los que vivimos en esta maravillosa tierra algún día tendremos que dar, se piensa que se tiene que partir porque ya no hay el aliciente y el motivo por el cual estar en este mundo.
Para los que han perdido la fe y todo lo ven con indiferencia, desde hace un año existe una nueva esperanza, un santo en quien recurrir en momentos difíciles; la iglesia católica un nuevo santo le ha dado al mundo. Para los seguidores de Rafael Guízar Valencia, se les ha dado la oportunidad de multiplicar con amor la fe. En su canonización, Benedicto XVI dijo “Rafael Guízar y Valencia, fue el obispo de los pobres”.
Guízar y Valencia en vida no tuvo la oportunidad de estar en Roma, hoy Roma y el mundo católico están con él, y por esa fe, monseñor vela por todo el mundo.
A las 11 de la mañana, tiempo del Vaticano, las 4 de la mañana tiempo de Xico, Benedicto XVI, confirmó que a un nuevo santo se le han abierto las puertas del cielo, que deja de ser santo tan solo de los xalapeños y de Cotija Michoacán; que a partir de ese día es santo elevado al cielo y por ende es santo de todos.
En una ceremonia con toda la formalidad que los cánones de la iglesia católica exige, miles de feligreses de México, del Estado de Texas de la Unión Americana, de las repúblicas de Cuba, Colombia y Guatemala, que siguen sintiendo confianza en la dulce mirada del obispo misionero, como todos le llaman a Guízar y Valencia, se dieron cita ese 15 de Octubre en la Plaza de San Pedro para ser testigos de la asunción al paraíso del quinto Obispo de Veracruz.
A partir de ese día es “San” Rafael Guízar y Valencia, y por lo tanto, todos los seguidores de monseñor, tienen una opción más, como siempre la han tenido (ahora como santo oficial por la iglesia católica) en quien encomendarse, a quien contarle sus penas, sus necesidades y entre los cuales también me incluyo.
Un aplauso general hizo eco en las columnas del Vaticano cuando caminaron hacia el altar, el niño Rafael de Jesús y sus padres Valentina Santiago y Enrique Barroso, a quien los médicos que vigilaban el proceso de gestación de la madre, diagnosticaron que el bebé nacería con labio leporino y que al encomendarlo a Guízar y Valencia ocurriera el milagro y naciera Rafael con buena salud y sin ningún defecto físico, esa fue la prueba para que Guízar y Valencia fuera llevado a los altares.
En la misa de canonización, cada vez que se escuchaba en las bocinas el nombre de Rafael Guízar y Valencia, los feligreses no dejaban de aplaudir y los gritos emocionados de “¡México!, ¡México!” retumbaba en toda la Plaza de San Pedro, y en el área que fue destinada para la prensa, por los monitores de Telever se escuchaba la alegría que manifestaba la gente en Jalapa.
Banderas de México ondeaban por todos los rincones donde se pudo acomodar la gente para estar en la ceremonia de canonización, inclusive se pudo observar que algunos feligreses portaban la bandera de la estrella solitaria, la del estado de Texas, estado de los Estados Unidos donde evangelizó Rafael Guízar y Valencia.
Todo se prestó para la ceremonia, el día estuvo esplendoroso, había sol, pero con una temperatura de unos 22 grados; Monseñor Sergio Obeso Rivera sobresalió de entre todos los obispos que asistieron así como los invitados especiales como el entonces canciller Ernesto Derbez y los hijos de Fidel Herrera, quienes llevaron ofrendas.
El padre Rafael González, quien llevó la responsabilidad de los trámites de la canonización, también tuvo la oportunidad de saludar al Santo Padre y por ahí también vimos a la diputada Irma y su hermana Ana Chedraui, Don Miguel Alemán Velasco, ex gobernador de Veracruz, Cristian Magnani de Alemán, los diputados Alejandro Montano y José Luis Oliva Meza, y el cordobés Antonio Nemi Dib.
Para cubrir la información asistieron a la ceremonia algunos reporteros de los periódicos locales, entre ellos Martha Meza y Víctor Murguía del Diario de Xalapa; Víctor Medina Piña y Francisco Martínez Lozada, de Telever; Alberto Morales (El Gato); Miguel Valera, de Punto y Aparte; personal de Canal 4 más, reporteros de algunas radiodifusoras de la Atenas veracruzana como Yamiri Rodríguez, Fernando Batiza y un servidor con mi inseparable compañera, la morena linda y le paro de contar porque me llega la nostalgia y me entra el deseo de volver a la bota itálica…Cualquier comentario sobre este santificado y paseador texto, favor de enviarlo a valdesnoe@yahoo.com
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