Thursday, December 20, 2007

Rafael Barradas, por Noé Valdés

Definitivamente no somos nada, por más que nos esmeremos por ser algo en la vida solo alcanzamos a hacer una mínima parte de lo que deberíamos hacer; luchamos y luchamos, caemos y nos levantamos y seguimos nuestra vida y no alcanzamos a llenar nuestras expectativas, ni para nosotros ni para los demás si es que tenemos esa vocación de servicio hacia el prójimo, aunque para muchos esto no tan fácil se da.
Lo más lógico es que si este viernes 7 de diciembre presenté mi libro “La esencia de la cultura indígena” escribiera algo relacionado de cómo se desarrollaron los hechos; pero creo que para todo hay tiempo, hoy siento que es más importante hablarles de algo que sucedió este fin de semana, aclaro, no estoy minimizando mi evento, pero de lo que les voy a comentar amables lectoras y lectores tiene su valor y no debe pasar desapercibido.
En la parroquia de Cristo Rey de la ciudad de Alto Lucero, este pasado miércoles 5 del corriente mes, se vertieron muchas lágrimas, cuando le dieron el último adiós al hijo que todos los alteños sentían suyo, al hijo que siempre estaba pendiente de ellos, el hijo que nunca escatimó tiempo y siempre tuvo palabras de aliento para el enfermo y ánimo para los familiares de cada uno de ellos.
Rafael Barradas González, médico de profesión pero sobre todo dotado de un sentido humano que pocos hombres logran obtener, porque lo bueno se trae de nacimiento, no se hace bueno en el camino ni en el correr de los años de la vida de cada quien, eso se absorbe en el seno materno.
Yo en lo personal fueron pocas las ocasiones que tuve la oportunidad de entablar plática con él, pero con esas pocas ocasiones bastaron para saber que trataba con un hombre dotado de una sensibilidad humana, que se sentía una tranquilidad, una paz platicar con él.
Cuando estuve apostado en la puerta de la habitación 409 del Hospital Civil de Jalapa acompañando a la morena linda, porque ella era más amiga de él que yo, en sus últimos momentos de vida de Rafael, platicamos con su padre don Pablo Barradas, fue una experiencia que mis respetos, porque él, don Pablo, sabiendo que los minutos de vida de su hijo, de su consentido estaban por concluir, se le miraba un hombre convencido de lo que estaba sucediendo, porque nos platicaba de cómo era Rafa en su vida diaria con toda la serenidad del mundo.
Nos decía que para su hijo no había días de fiesta ni de descanso, no había cumpleaños y si por alguna razón se tenía que ausentar lejos de sus pacientes, siempre estaba pensando en el compromiso que tenía con ellos, comentaba lo que decía. “Espero que no le dejen de suministrar la medicina a fulano, la curación a zutano, que se recupere mengano y algo importante, siempre se estaba actualizando en los adelantos médicos.
Por esa razón las personas que lo trataron o que fueron auxiliados por el doctor Rafael, saben que nunca escatimó tiempo en su consulta, que siempre les dio el tiempo que fuera necesario para escuchar con toda atención lo que les aquejaba, los amigos que le dieron el último adiós saben que en muchas ocasiones con tan solo escuchar sus palabras de aliento y de consuelo bastó para darle solución a sus problemas y siempre obtuvieron un remedio para curar sus males que en ocasiones no rebasaban el ámbito de lo moral o espiritual.
Todos los que conocieron a Rafael, aprendieron a respetarlo y a quererlo por su sencillez, paciencia y tolerancia, por la entrega y calidad humana, por eso este 6 de diciembre lo despidieron de este mundo rogándole a Dios que lo reciba en su seno y le permita estar a su lado.
No cabe duda que los humanos ante los ojos de Dios todos son iguales, somos del mismo valor como cristianos o como hijos de él, pero ante el mundo son nuestras acciones las que nos hacen diferentes. Este acontecimiento estremeció a una buena porción de habitantes veracruzanos y de otras latitudes, ya que un hombre que dedicó su vida a hacer el bien a los demás lo hemos entregado al seno de nuestra madre tierra.
Porque un hombre que haciendo uso del don que le dio el todo poderoso, el don de dar alivio al cuerpo cuando la salud se quebranta y todavía más el don de aliviar los dolores del alma.
Ante este acontecimiento se vale preguntar ¿por qué mi señor, te llevas a hombre buenos como Rafael?, ¿Por qué?, este hombre que solo pensaba en hacer el bien a la humanidad te lo has llevado, en cambio nos dejas a personas -si así se les puede llamar- que solo saben hacer fechorías, que golpean a sus padres, a sus hermanos, que roban y que sin compasión le arrebatan la vida a quien se les atraviesa en su camino.
Pero eso mi señor solo fue una pregunta y no nos corresponde a nosotros juzgarlo; solo nos queda la idea de que a este médico te lo hayas llevado porque en otra parte del mundo o del tiempo lo necesites; esa es la esperanza del por qué te lo llevaste. Descanse en paz…Cualquier comentario sobre este sentido texto, favor de enviarlo a valdesnoe@yahoo.com

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