Thursday, October 30, 2008

La aventura continúa

Noé Valdés
Cuando la aventura consiste en caminar cerca de 800 kilómetros, ésta no termina hasta que termina y como queda mucha distancia que recorrer, continúo mi camino. Desde la noche anterior, aquí, en el albergue de Obanos preparé mi maleta, para que así por la mañana solo me levante y a seguir El Camino de Santiago. Son las 6 de la mañana y estoy listo, no existe ningún obstáculo para continuar, la bóveda celeste está diáfana, promete un día soleado, ya varios compañeros se macharon, yo hago lo propio.
Los primeros dos kilómetros transcurrieron sin novedad, mi deseo de pasar por Puente La Reina me impulsaba a caminar aún más rápido y todavía más porque hay que ganarle al sol, lo que no se haga antes de las 12 del día, después ya es más cansado, el calor agota, hay que hacer más esfuerzo y paradas más a menudo.
Caminando ya por la capital de Valdizarbe –hoy Puente la Reina- este lugar es un hito dentro de la ruta jacobea, aquí se reúnen los peregrinos que vienen de Francia por Orreaga/ Roncesvalles y los que vienen de Aragón, lo hacen para cruzar el río Arga por el puente que da el nombre a la localidad, Puente La Reina, aquí las fotografías son imprescindibles, hay que hacer el registro de ese románico puente.
Así que cámara en ristre llego al puente, logro algunas imágenes y continúo la ruta, el astro rey ya empieza a lanzar sus primeros rayos, hay que acelerar el paso. Cuando se camina por lugares desconocidos nunca se sabe que nos espera más adelante y a la duda anterior pronto obtengo la respuesta, media milla más adelante me encuentro frente a una pendiente que hay hermano, es de las buenas, está como para echarle todos los kilos, la subida es dura pero no imposible porque no a llovido y es más accesible. Después del esfuerzo y ya entrada la mañana por fin llego a Mañeru, una hora mas tarde a Lorca y un poco más a Villatuerta; pasadas las 4 de la tarde y exhausto por fin termino mi etapa en Estella, una ciudad como todas las que hay por acá, hermosa.
Otra vez la misma mecánica, buscar el albergue, donde comer y descansar, como llegué tarde me fue imposible encontrar espacio en los albergues, pero en ésta ruta nunca falta una alma caritativa que ofrece techo al peregrino y, como lo agradezco porque ese día, poniendo mi maleta en un rincón de la casa donde me ofrecieron hospedaje, se a soltado un aguacero que poco faltó para que me agarrara en el camino. Descansé ahí esa noche y partí al día siguiente, ésta vez la etapa termina en Viana; la mañana estaba un poco húmeda por la lluvia de la noche anterior, todos los peregrinos salimos bien arropados. La tarea diaria de caminar no puede parar, solo por causas de fuerza mayor.
Llego a Viana, ultima ciudad de la provincia de Navarra y da inicio la provincia de La Rioja, La noche en ese lugar fue fenomenal, las encargadas del albergue –hospitaleras- son una chulada, nos dieron alojamiento y nos pidieron que no compráramos nada de comida porque ellas invitaban, así lo hicimos todos los peregrinos que ahí nos congregamos, por la noche todos estábamos puestos con nuestro estómago, fue una deliciosa cena; de entrada una buena ensalada templada, un espagueti a la boloñesa y de plato fuerte, merluza a la romana, bajadita con un buen vino de la región, al final una tarta de guindas y un buen café, ese lugar no se podrá borrar tan fácilmente, traigo en mi mente el sabor de aquella cena y el bouquet del vino.
Y así con todas esas peripecias recorrí esa ruta milenaria, con mucho sol en zonas de escaso follaje como es Burgos y León hasta Astorga, -región de la maragatería- o nublados y con amenaza de lluvia como cuando pase por La Pava, el Cebreiro y el Poio, en las zonas con bosques caminé siempre protegido por las sombras de los eucaliptos, encinos, liquidámbares, chopos, castaños, abedules y por viejos olivos, endulzándome el cansancio con moras y con uvas cuando pasaba cerca de los viñedos.
El recorrido se hacía más interesante cuando se camina por esos pequeños pueblos como Uterga, Villatuerta, Los Arcos, Villa Franca, Acebo, Triacastela o San Xil, con más dificultad cundo se tiene que cruzar las grandes ciudades como Logroño, Burgos, León, Astorga o Sarria. El alma se culturiza y se queda uno sorprendido al mirar las bien conservadas ermitas, Iglesias y monasterios, puentes románicos, se tranquiliza cuando se observan los pequeños riachuelos o grandes ríos como el Río Miño; aunque la ruta es larga en ocasiones el cansancio me tiraba pero el orgullo me levantaba.
Hay que mencionar que El Camino de Santiago no es elitista, ahí camina el que quiere caminar, ya sea por el solo gusto de hacer la ruta, por una promesa o manada o simplemente como deporte, ahí caminan gente con suficientes, medianos o escasos recursos económicos, aunque la mayoría lo hace por motivos religiosos, para curar algunas culpas y por supuesto para estar al final de la jornada en la catedral, frente a la tumba del Apóstol Santiago.
La realidad es que hacer El Camino de Santiago es una bella experiencia, es hacer funcionar todos los sentidos, es tener que caminar sin perder las señales (las conchas y las flechas amarillas)para no extraviarse, es escuchar los trinos de las aves, intuir cuando se esté desorientado, es mirar los prados, arboles, lagos, ríos y flores; es disfrutar de los olores de las diferentes comidas por los pueblos por donde se va pasando, como un buen cordero en Pamplona, una buena ensalada en Estella, comer el maragato en León, saborear un buen pescado en Burgos, un buen botillo en Villa Franca del Bierso, unos ricos pulpos a la gallega Melíde y disfrutar del aroma que sale de las brasas en los restaurantes de Santiago cuando asan el chuletón de buey.
Eso es lo que se disfruta por toda la ruta del camino de Santiago, eso es lo que se sufre cuando se tiene que subir las empinadas laderas del Cebreiro o la bajada a Triacastela, aunque en realidad no se sufre, te cansas, no se puede negar, pero al mismo tiempo el cansancio también se disfruta y al final disfrutar la emoción que se siente cuando se logra el objetivo, se enchina el cuerpo cuando se está a las puertas de la ciudad santa, es una emoción no tan fácil de narrar cuando se mira desde la colina de el Arca las cúpulas de la catedral de Santiago de Compostela.
Ahora viene lo peor, han pasado algunos días que deje de caminar por esos hermosos lugares y ya los extraño; deseo ver nuevamente las estrellas en el Acebo, mirarlo diferente ahora que ya empieza a caer nieve por ahí, la diversión es diferente, ver el cielo azul reflejadas en las aguas del Rio Miño, recoger castaños en la montaña de Villa Franca; ojalá un día no lejano pueda volver a recorrer ese milenario camino y de todo corazón deseo que todas mis amables lectoras y lectores lo hagan para que disfruten como a mi se me dio la oportunidad.
Tendría mucho más que platicar pero me llevaría cientos de cuartillas, se podría hacer un libro o una novela como la hizo el escritor brasileño Paulo Cohelo en su libro “El Peregrino”, podría hablarles de las fiestas patronales, de cómo bailan las “Js” –baile folclórico- en todas las provincias que se tocan en el recorrido de éste camino, hablarles de los árboles frutales, de las aves, de muchas cosas, pero algo que deseo y que me alegraría el alma y que digo y lo repito y repetiré cuantas veces sean necesarias es que ojalá todas y todos mis lectores pueda hacer, “El Camino de Santiago”, es una bonita experiencia. En la próxima entrega hablaré del señor Santiago y de la bella ciudad, es una promesa…Cualquier comentario sobre este peregrino texto, favor de enviarlo a valdesnoe@yahoo.com

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